02 julio 2008

No soy de tacones ni de calzado fino pero la posición del tango te los exige así que no queda otra que meterlos en el bolso y calzarlos cuando se llega al parqué de la clase.
De pequeña iba a patinaje en el polideportivo del pueblo y recuerdo que cuando me descalzaba, después de hora y media subida en aquellas botas con ruedas, los pies parecían seguir deslizándose, como si aún pudiesen rodar y desplazarse con gracia.
Con el tango me pasa lo mismo.
Me bajo de los tacones, salgo a la calle y en el mp3 suena algo extranjero (ultimamente Bowie o Elvis Costello) pero mis pies siguen contando hasta 8, pensando que en la puntera tienen una tiza con la que marcar el desplazamiento, intentando dejarse llevar por el partenair de turno que en ese momento, de vuelta a casa, no soy más que yo misma y mi sonrisa.

2 comentarios:

Alejandra Abad dijo...

Que guay nenaaa!!! Me has dado envidia, yo me voy a poner ya mismo!!

Ceceda dijo...

he conseguido tangos y milongas preciosos; espero que puedas conseguir que dé dos pasos sin enredarme conmigo misma.