18 septiembre 2008

Ardía París y de vez en cuando arden también los cielos australes de final del invierno
Puede que la bahía sea poco conocida y que no haya ilustrado ni películas ni novelas; que la aduana no sea reconocible ni ubicable cuando alguien ve una foto; que la torre de las comunicaciones parezca sacada de los Emiratos Árabes; que el Cerro (y sus magníficas vistas) esté en un barrio poco recomendable consumido por las drogas y el delito; que en el mercado del puerto no se coma pescado; que la terminal de exportaciones-importaciones sea de capital privado extranjero; que los edificios no estén ni arreglados ni caídos del todo, sino en ese breve limbo entre el derrumbe y el deslumbre; que te tropieces con cada adoquín levantado...
Pero así todo esto es bello
y me encanta la paz que me da

5 comentarios:

La oveja magenta dijo...

Me dejo llevar por el etilismo de un vino infame para dsatarme sin miedo. El autor de ese cuadro de realismo mágico es el mismo que me robaron: me llevé uno muy similar -más amplia la bahía, pero con idéntica perspectiva- del mercado del puerto, con un cariño tan grande, que no lo metí en la maleta por miedo a que se perdiera. Le sumé al envoltorio otros dos adquiridos con intensa emoción -en las últimas horas porteñas- en el mercado de San Telmo. Y perdí los tres.
Lo de menos es el valor económico -60 euros, una cuarta parte de mi salario mensual-; el dinero es dinero, sin más.
Lo de más es el inmenso valor sentimental. No tiene precio.
Y lo incomprensible es cómo alguien puede llevarse a su casa tres cuadros que no le dicen nada, tres cuadros que evidentemente y sin equñivocos solo encierran cariño a raudales. "Sólo".
Fui a Barajas el otro día, cansada de la negativas telefónicas. Objetos perdidos de Aena primero. Objetos perdidos de Iberia después. Nada.
Agradezco, eso sí, al tipejo o a la tipeja sin escrúpulos el robo, porqeu es la excusa perfecta para volver.
Volver quizá, preferiblemente, para quedarme mucho tiempo, indefinido. Un año, dos, cuatro, diez. Cuado una tiene el privilegio de encontrar su lugar en el mundo, no mide las cosas por tiempos.
Perdóname la verborrea-borrachera. Es la primera boreal. Había que celebrarlo a la forma austral.
Te echo mucho de menos y a Montevideo, también. Acaricia cualquier pared de cualquier casa en mi nombre la primera vez que salgas a la calle después de leer esto y yo estaré acariciando la ciudada que extraño en todo momento y a la que seguro, volveré para quedarme. ¿Cuánto? Qué más da.
Ñoñeces heredadas de mi madre.
Besos mil.

Alejandra Abad dijo...

Me ha encantado eso del limbo entre el derrumbre y el deslumbre, una característica también muy porteña, pero en lo de la tranquilidad no se parecen en nada, toda la que me quita Buenos Aires, ciudad caótica, la encontré allí, al otro lado del Plata, en esos edificios que en días claros adivino desde aquí y me acuerdo de ti.

Ivanx dijo...

De repente una extraña nostalgia me empieza a invadir y comienzo a convencerme de que no quiero que se acabe nunca.

La oveja magenta dijo...

Aclaración necesaria: estaba perjudicadilla yo el otro día, sí... Ay, esto de que no me guste la cerveza, suele condenarme al etilismo en las reuniones sociales. No soporto dejar una botella de vino a medias. Menos mal que estaba por allí mi amigo David que, solidariamente, compartió aquel beberajo avinagrado conmigo. Si no, mi comentario podría haber sido bastante más lamentable e ininteligible. Jajaja.
Así que, tranquilidad: son varias las noches nostálgicas en las que me he visto tentada de agarrar una botella de vino y tomármela a palo seco, pero por el momento, no deja de ser un proyecto siempre postergado por ¿el sentido común?

Besos mil

Pillary dijo...

Hay muchas veces que lo mejor que puedes tener en tu vida es paz, así que me alegro mucho por ti. Guarda un poquito en una caja por si la necesitas en un futuro!
Besicos guapa